29 de agosto de 2011

Puedes sonreír

Estaba encerrada en el baño llorando, sintiéndome completamente estúpida y rezando para que nadie entrara y me viera en tan ridícula situación. Estaba delante del espejo, con las manos sobre el frío mármol de la pica mirando mi reflejo a través de un velo de agua salada que cubría mis rojizos ojos.

"Mírate", pensé. "Estás hecha una mierda, Laia. Madura de una vez. Sigues siendo una niña,  nada más que eso. Y ahora estás aquí, encerrada en el baño llorando." Eso me hizo sentir aún peor, si eso era posible. Me sentí muy débil, pequeña, no lo suficientemente fuerte como para enfrentarme a todo lo que me esperaba al otro lado de la puerta cerrada.

Tenía que salir de allí, afrontar la realidad en lugar de encerrarme a esperar que pasara la tormenta. Pero era duro. Era demasiado duro saber que allí a fuera estaba esperando él. Acababa de decirme que todo había terminado, que ya no había nada entre nosotros. Sí, me había dejado, y lo peor es que creo que no sabía lo mal que me sentaban sus palabras. Cada vez que abría la boca era como si me clavaran un puñal en el corazón y lo retorcieran con fuerza.

Aún así, él no parecía notar que mis ojos se estaban llenando de lágrimas, y yo seguí aguantando tan firme como pude, buscando ese momento para huir y refugiarme en mi cueva de la vergüenza. Él había hecho una pausa, me había mirado a los ojos, supongo que esperando algún tipo de respuesta. No estaba muy segura de poder hablar sin que se me quebrase la voz y echar a llorar allí mismo, así que solo dije:
- Vale, si es lo que quieres, supongo que no hay nada que pueda hacer.

Me giré rápidamente, para que no tuviera tiempo de añadir nada, y me fui, andando muy dignamente e intentando no parecer tan afectada como realmente me sentía. Así llegué al baño, y allí exploté.
El sonido de la puerta abriéndose me devolvió a la realidad. Me metí a toda prisa en uno de los lavabos y me encerré en él.

- Laia... ¿estás ahí? Vamos, sal, cuéntame que pasó.
Reconocí la voz de Sara, mi mejor amiga y eso me tranquilizó. Pero tampoco me sentía muy dispuesta a salir en aquellas condiciones. Así que intenté calmarme un poco para contarle lo sucedido, aunque probablemente ya lo supiera. Me sequé las lágrimas con el dorso de la mano, que sequé a su vez en el tejano y salí, un poco más segura de mí misma:
- Sara...
- Oh, Laia. Venga, no pasa nada, ¿vale? cuéntamelo todo.
- No hay mucho que contar: Dani me ha dejado. Eso es todo.
- ¿Cómo? Pero si... bueno, mira, si no te sabe apreciar, es su problema. No sabe lo que se pierde.
- No me salgas con esos tópicos, Sara. Me da igual si me infravalora, porque la que esta jodida ahora soy yo, ¿sabes? Todo este tiempo juntos, ¿para eso?
- Tranquila, vas a superarlo. Yo y todas vamos a ayudarte a hacerlo. Todo va a salir bien, ¿vale?
- No, no va a salir bien. Me ha dejado, puedo con eso... con tiempo puedo superarlo. Pero porqué no ha sabido decirle nada de lo que pensaba? Porqué me he escondido de esta forma? No quiero seguir siendo esta niñita cobarde que no se enfrenta a nada.
- Pues sal, y dile eso a él. Suéltale todo lo que piensas, desahógate y te sentirás mejor.
- Me gustaría, pero no es tan fácil. Me bloqueo, y ahora estallaría a llorar delante de él, y te juro que es lo último que quiero hacer.
- Así que todo esto no es solo por Dani, ¿eh?
- Claro que lo es! Sara, me ha dejado, pero... en parte, yo veía que no funcionaba. Aún así, decidí ignorarlo, porque lo amaba y pensé que todo se arreglaría... Pero no lo hizo.
- Ya me imagino. Pero hay más. No estas solo enfadada con él, Laia. Estás enfadada contigo misma, con tu reacción.
- Pues sí, pero ¿que puedo hacer? Soy así de cobarde, soy así de...

Mientras decía esas palabras, las lágrimas empezaron a brotar de mis ojos de nuevo. Mierda, ahora aún me sentía más débil.  Estuve un rato llorando, mientras ella se quedaba delante de mí, consolándome. Tenía que hacer algo al respeto. Realmente tenía ganas de decirle cuatro cosas a Dani, pero me daba miedo. No tenía el valor de salir e ir a buscarle.

- ¿Lo ves? - logré articular entre sollozos - ¡Doy pena!
- No digas eso, tía, sabes que no es verdad. Vas a limpiarte la cara y a aclarar las cosas con ése. Voy a avisarle.
- No, Sara, espera...

Pero se había ido, se había ido a buscar a Dani. Me limpié la cara, intentando disimular que acababa de llorar, aunque no creo que tuviera demasiado efecto. Me dije que podía hacerlo. Sara me había dado ese empujoncito que necesitaba, pero yo tenía que hacer el resto. Inspiré profundamente, calmándome, y entonces Sara me gritó desde fuera que saliera. Vale, era mi momento. "Vamos allá" me animé.

- Laia, me ha dicho Sara que querías decirme algo. Mira, nena...
- Cállate Dani, y escúchame. Entiendo que quieras dejarme, y realmente no hay nada que pueda hacer acerca de eso, pero deja que te diga algo: eres un cabrón. No contestes, aún no he terminado. Todos esos meses que hemos estado saliendo me he preocupado mucho por ti, por ambos y por lo nuestro, intentando haciéndolo funcionar esta vez, mientras parecía que a tu no te importaba lo más mínimo. He intentado cuidar esta relación, y ahora llegas tú y no sólo lo rompes todo, sino que además no te percatas de ello, ni de cómo duele.
- Laia, yo...
- No, Dani. Nunca escuchas a nadie, nunca me escuchaste a mí, pero vas a hacerlo ahora. No vuelvas a hacerme esto. No quiero que dentro de un tiempo vengas a mí diciéndome que te arrepientes y que fue un error. No voy a volver a pasar por esto. Ya me has hecho suficiente daño, así que ahora te pediría que me dejases en paz. ¿Vamos, Sara?

Así, saqué de dentro de mí todo lo que había ido acumulando durante mucho tiempo, (las dos veces que habíamos salido) y se lo eché en la cara. Podía ser que no le afectase mucho, pero yo estaba mejor, mucho mejor.

Yo y Sara anduvimos un rato calladas, hasta que ella me dijo:
- Lo has hecho! Estoy muy contenta por ti.
- No se cómo, pero lo he sacado todo.
- Te lo digo siempre. Todas las cosas que no dices, que no cuentas, se quedan ahí, en algún lugar siempre molestando y interfiriendo en tu vida. Esas emociones son las que te hacen bloquear y llorar. Porque acabas llorando no por algo que pasa, sino por todo lo que ya ha pasado sin que hiceras nada al respecto.
- Supongo que sí - suspiré - pero voy a echarlo de menos...
- Vaya tontería! Vas a olvidarte de él, eso es lo que vas a hacer.
- Bueno, supongo que podría intentarlo. Creo que pasar por esto me ha fortalecido.
- Claro que sí! Ah, y ahora que todo ha pasado, no tienes que estar siempre preocupándote por todo, no tienes que sentirte mal contigo misma, no tienes que hacer que tu vida te parezca peor... No tienes que estar siempre triste, - me miró a los ojos - puedes sonreír.

Lo hice, y me sentí mucho mejor: capaz de afrontar lo que me había pasado y todo lo que viniera de allí hacia adelante. Sonreí, mientras me prometía a mí misma que no iba a dejar que nada borrara esa sonrisa de mi cara si podía hacer algo para evitarlo. Descubrí que sí, podía sonreír, y que era maravilloso.

13 de agosto de 2011

Lágrimas


Sólo soy una pequeña gota de agua, ligeramente salada, creada a partir de una explosión de sentimientos en un corazón humano. La gente piensa que soy algo espectacular, ¡se han dicho montones de cosas sobre nosotras! Se nos compara con exquisiteces, fragmentos del más bonito cristal, sentimientos líquidos, emociones en forma de agua, pero en realidad, no somos más que eso, lágrimas. 

Hay gente que piensa que estamos almacenadas o algo así en algún lugar, algo que se podría llamar reserva de emoción pero eso no es cierto, simplemente somos creadas cuando se dan las circunstancias, cuando hay un cúmulo de emociones que necesita marchar por algún sitio, salir fuera. Entonces nacemos, con una función muy clara y concisa: desfogar al humano del que salimos. La mayoría de las lágrimas nacen y mueren el mismo día, nacen, y se deslizan por la mejilla de la persona que las engendró, llevando con ellas una emoción. Entonces o se secan aún en la piel, o se caen, al suelo, a las piernas cuando están sentados, a los pies… y allí se evaporan.

Pero hay algunas que, cómo yo, tenemos un destino diferente. Yo me creé hace ya un tiempo, estaba destinada a ser una lágrima de frustración e impotencia, dado que mi humano se sentía inútil, inservible. Entonces, creó algunas lágrimas, bueno, mejor dicho, nacimos sin pedirle permiso, sin que pudiera evitarlo, simplemente, su sentimiento se arremolinaba entorno nosotras, pidiendo a gritos una forma de desahogar este profundo dolor. Pero él no deseaba que saliéramos: le daba vergüenza llorar, le hacía sentir débil. Así que nosotras, llenamos sus ojos y yo estaba a punto de caer… pero él reprimió el impulso de llorarnos. Inspiró aire, y deseó con todas sus fuerzas recuperar su compostura, y canalizar la frustración que sentía de alguna otra forma. Seguramente sería de ira, con violencia, pero nosotras ya no pintábamos nada. Aún así, habíamos sido creadas y tragadas por él. ¿Ahora que? ¿Tenía que sentirme mal por no haber cumplido mi misión como lágrima? No había nadie que dijese que yo era cómo un pétalo de rosa blanca, nadie me compararía con ese destello de luz pura, porque no había llegado a ser lágrima del todo.

Hay algo que no he comentado antes, que es de cierta importancia: mucha gente, la mayoría, nos asocia con el sufrimiento y el dolor, pero hay muchas lágrimas que nacen para destilar emoción, para ser participes de la alegría de una persona, para transmitir un ataque de risa descontrolado.
Bueno, la cuestión es que yo me quedé deambulando por su ojo, reflexionando sobre todo esto mientras esperaba una ocasión de salir, otro colapso de sentimiento en su cabeza, algo que lo hiciera llorar.
Ahora que había podido pensar qué somos las lágrimas, empezaba a sentirme algo, porque, quieras o no, somos más que gotas de agua, somos mucho más que esas engreídas gotas de lluvia que dicen que de ellas nacen manzanas… en nosotras mueren sentimientos, así como nacen emociones. 

Somos capaces de hacer cambiar las cosas, de transmitir lo que nunca se podría expresar con música o palabras. Algo muy simple puede despertar en los humanos esa necesidad de nosotras.
Y en aquél momento deseé ser una lágrima de alegría, de un séquito interminable de carcajadas, de tener el poder de divertir a la persona que era mi “padre”. Una lágrima que no se recordara con la vergüenza de: "Lloré, no pude evitarlo, aún soy un niño", sino que fuera más cómo: "Dios mío, que risa, ¡si lloré y todo!" Quería sentirme una lágrima útil, una lágrima que hiciera feliz al hombre que me lloraría, no que le hiciera sentir dolor. Quería transmitir los mas bonitos sentimientos, quería ser recordada como una bella lágrima nacida de la alegría de un corazón desbocado.

No puedo saber por qué seré llorada, y sólo lo sabre segundos antes de morir, pero estoy orgullosa de ser lo que soy, porque mientras haya gente que vea que somos “trocitos de alma líquidos”, no tengo por que avergonzarme de ser una lágrima. Y aunque acabe siendo una lágrima de profundo dolor, seré una bonita lágrima que hará comprender a papá que no hay en llorar nada de vergonzoso, que llorar es solo una forma más de expresión.

Aquí acaba mi vida, siento que se acerca el momento de salir, tantas emociones que me rodean y que nos empujan para salir… No volveré jamás, pero marcho siendo una lágrima que se siente feliz de ser quién es, y de ser cómo es.